En los últimos meses la oposición ha venido instalando la idea de que se aproxima una transición política en Venezuela, con lo cual se estaría dando por sentado que el escenario post 28 de julio, luego de las elecciones presidenciales, está determinado por la entrega del poder por parte del presidente Nicolás Maduro.

La palabra “transición” ya es una muletilla o estribillo en el discurso de la oposición desde 2023, incluso ya se habla de una era post chavista donde se proyecta un país sin conflictos políticos, con libertades sociales y económicas y sin sanciones.

Sin embargo, para que se cumpla esta realidad primero hay que ganar las presidenciales, y la división evidente en el ecosistema que compone la oposición complejiza la materialización de esta narrativa. 

Sí bien, la idea de una «transición» se venía acuñando desde que se intentó imponer el gobierno fake de Juan Guido, con la realización de las primarias opositoras en octubre de 2023 se volvió más común su intento de fijación. Desde entonces un sector del referido ecosistema asumió ese proceso interno como unas elecciones presidenciales generales, aunque haya estado dirigida solo a sus partidarios y hayan participado un porcentaje mínimo del padrón electoral.

Es por ello que la inhabilitada María Corina Machado dice encarnar la figura de la “transición” en el país, como si ya hubiese empezado ese proceso, y ha tratado de seguir representando la imagen del “cambio” aun cuando no participará en las elecciones. “Esa será una transición que respete el mandato del 22 de octubre, no una transición de cogollos”, dijo recientemente en rueda de prensa desde Maracaibo.

El triunfalismo que exponen pudiera ser una estrategia para ir instalando la idea de que no es posible una realidad distinta a la que han dibujado hasta ahora luego del 28 de octubre: una victoria del actual candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia.

No obstante, vale resaltar que no es la primera vez que la oposición se muestra a sí misma como superior al chavismo y segura de que “ahora sí” va a derrotarlo. Se ha visto en todos los procesos electorales, tanto a nivel nacional como regional, en los que se ha repetido la misma historia: se asumen como mayoría y terminan siendo derrotados, por lo que luego sus electores tienen que manejar sus frustraciones.

El sentimiento de superioridad le pudiera servir a la oposición como estrategia para movilizar a sus votantes, pero por otra parte las enormes expectativas generadas se estarían usando como caldo de cultivo para promover escenarios de violencia, una vez que las frustraciones por la derrota deriven en crispación social, porque hubo “fraude” en las elecciones del 28 de julio. ¿Cómo no asumir que el chavismo (una vez más) se robó las elecciones si estaban tan seguros de que iban a ganar?

Si se ha repetido hasta el cansancio que el CNE no es un organismo imparcial (cuando las elecciones no le favorecen), se ha puesto en duda la presencia de algunos observadores internacionales y se crearon falsas expectativas de cara a los comicios presidenciales no cabe duda de que todos estos elementos sirven como carburantes para generar escenarios de violencias cuyo fin es, como en casos anteriores, la desestabilización con miras a promover un cambio de régimen.

No es nuevo este escenario, entre las prácticas más empleadas por sectores opositores, en las distintas elecciones realizadas en Venezuela durante los últimos 25 años, es el no reconocimiento de los resultados cuando no les favorece y la convocatoria a la violencia y al desconocimiento institucional por parte de sus seguidores.

Y las visitas que viene realizando, sobre todo factores relacionados a Vente Venezuela, estarían dirigidos a organizar la violencia postelectoral, como lo viene denunciando el presidente Nicolás Maduro y la dirigencia de la Revolución Bolivariana.

Venezuela conoce muy bien como finalizan los llamados a “descargar la arrechera”, las movilizaciones “hasta Miraflores” o las promesas a ir “hasta el final” y todo apunta a que un sector opositor prevé reeditar con más voltaje, escenarios de violencia ya vistos.

No es de extrañar que, ante la evidencia de las pruebas, el chavismo no solo esté garantizando la victoria electoral del 28 de julio con la organización y movilización de su base y militancia, sino también esté convocando a la defensa de dicha victoria. Ese día no solo se debe ganar un nuevo mandato presidencial sino también la paz y estabilidad política de la república.

Que las elecciones en Venezuela sean unas de las más monitoreadas del mundo dado el contexto político de los últimos años, y previamente el gobierno y la oposición hayan establecido unas pautas de diálogo para la búsqueda de una salida a la crisis, también genera una tensión al proceso, ya que un desenlace desfavorable para la oposición pudiera usarse para la imposición de más sanciones para el país, como ya se ha vivido en años anteriores y para escenarios de violencia que desestabilicen al país.

Fuente: Misión Verdad