A partir del 20 de mayo de 1902, Washington impuso un esquema sustituto de la anexión

El 20 de mayo de 1902 se hizo nacer una República muy apartada del propósito que llevó a sus habitantes a guerrear por su independencia, durante 30 años, contra el colonialismo español; alejada también del sueño de justicia e igualdad del Mayor General José Martí, artífice de la Guerra Necesaria.

Con el izar de la bandera, el Himno de Bayamo, los clarines y el traspaso formal del poder, se cumplía uno de los vaticinios del Apóstol, «el plan tenebroso» se puso en marcha, ya estaban en Cuba los yanquis. ¿Cómo sacarlos entonces de nuestra América?

La verdad se abriría a la luz poco a poco. Las palabras del senador yanqui John T. Morgan a la Comisión integrada por Calixto García, como advertencia para la entrevista con el presidente MacKinley, después de concluida la contienda contra España, se convertirían en una clase de historia jamás olvidada por los cubanos.

Porque en realidad, como recordó Morgan a los representantes de la Mayor de las Antillas, el Congreso de Estados Unidos se había negado siempre a reconocer a los gobiernos cubanos en armas y, al cesar la soberanía hispana sobre la Isla, ellos consideraban que debía pasar a manos de Washington.

Estas «advertencias» fueron el preludio del ultimátum que impondría la Enmienda Platt, como apéndice a la Constitución de 1901, si los patriotas cubanos no aceptaban la ignominiosa fórmula que entregaba la soberanía al extranjero.

Un país empobrecido, diezmada su población por la cruenta guerra, eliminadas sus instituciones revolucionarias y de gobierno, sin el Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, desintegrado el Ejercito Libertador, poco había que hacer.

Durante los casi cuatro años que duró la ocupación militar, los yanquis sentaron las bases para apoderarse de la Isla. En ese periodo, el Presidente estadounidense tuvo facultades que superaron a las de los capitanes generales de la Metrópoli.

Cuba se convirtió en el nuevo Oeste: los colonos y compañías norteñas se apropiaron de las mejores tierras del país, de las minas, de las fábricas, de los centrales y refinerías de azúcar, de los ferrocarriles, etc.

Fue la fiesta del despojo: los gobernadores militares de la Isla dispusieron a placer de los dineros de la renta pública, y la liberalidad fue tal que se elevó el déficit presupuestario, el robo y la corrupción.

Entre bayonetas extranjeras tuvo lugar el «nacimiento» de la República cuando, a partir del 20 de mayo de 1902, Washington impuso un esquema sustituto de la anexión.

Desde entonces, como predijo Juan Gualberto Gómez, tendríamos «gobernantes raquíticos y míseros, más atentos a obtener el beneplácito de los Poderes de la Unión que a los intereses de Cuba».

Fuente: Granma