Cuando el mundo agonizaba; cuando Europa ardía en llamas y las grandes ciudades estaban cubiertas de cenizas, vino el pueblo ruso a poner la sangre y la vida y librarnos al resto de un mal que bien podía durar más de cien años. De sufrimiento y de dolor. Ojalá de soledad. Pero la soledad al lado de lo que podría haber sido, sería un placer. Sería paz.

Iba a escribir este artículo mucho antes, pero preferí esperar la celebración de las elecciones al Parlamento Europeo.

Vergüenza no sé si sería la palabra adecuada. Pero la Europa que fue cuna de los movimientos sociales, la sublevación, la ilustración, de los holocaustos y de tantas miserias, parece que se ha olvidado del pasado.

En un momento de desideologización constante, este es el castigo que parece que ha llegado.

Europa necesita de Rusia y el mundo también. Como se necesitó a principios de los años cuarenta del pasado siglo.

Hace unos días, se celebraba la jornada de la lengua rusa, el 6 de junio. Y justo esos días circundantes reflexionaba con el profesor Óscar Villar. Quién me enseña a ampliar conocimiento sobre la historia del país, su contexto histórico actual y sus cambios a lo largo del tiempo.

Las relaciones entre Cuba y el mayor país del mundo son de antaño, y se fortalecen. Espero que sigan haciéndolo cada día más.

Hay muchos fanáticos sueltos que escriben en redes sociales y plataformas digitales como si de expertos se trataran. Es tan importante tener cuidado de quién nos emite la información; o al menos seleccionar a qué fuente vamos a consumirla. La información, sobre todo la actual, hay que extraerla de expertos, o de medios de comunicación contrahegemónicos que nos muestren siempre la cara de la verdad que Occidente no quiere que sepamos.

Y en un conato de conocer verdades de primera mano, asistí a una actividad que realizó la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (CUJAE), en la que entre otros ponentes, se dio cita junto al profesor Villar, Alexander Korendiasev, el primer secretario de la Embajada Rusa en Cuba.

Su ponencia se titulaba: “El negocio redondo de la rusofobia”. Y tras días de esta actividad me quedé reflexionando sobre lo allí hablado:

En 1991 todos bien sabemos que se produjo un cambio político con la caída de la URSS, que cambió el rumbo del mundo. El campo socialista significó prosperidad, lazos entre países en pos del progreso y la dignidad del hombre y la mujer, elevada a los máximos niveles. No perfecta, pero quizás se aproximaba bastante al término. Teniendo en cuenta las basuras propagandísticas vertidas en su contra y los errores humanos acontecidos, que nadie está exento de cometer. Se reconocen, se asumen y se superan para no volver a repetirlos.

No era perfecta, pero era buena.

La Revolución Rusa llegó con un fuerte soplo de viento para dar oxígeno a un pueblo que llevaba siglos siendo maltratado. Una Revolución, con sus planes quinquenales a los cuales el pueblo se entregó con convicción (como la zafra del azúcar en Cuba). Cuando estalló la II Guerra Mundial, la URSS ya estaba llevando a cabo su tercer plan quinquenal.

No puedo profundizar demasiado en el tema, porque no tendría tiempo para ello y quiero ser breve.

Mirando a la historia de la URSS, es que podemos seguir salvando cada día el resto de revoluciones que hay y que estén por venir.

En Rusia se olvidaron de Lenin. Empezaron desde el gobierno a desmontar símbolos soviéticos, como por ejemplo, hablar mal de Yuri Gagarin.

Gagarin era un muchacho que simbólicamente lo fue todo. Un campesino que llegó al espacio. Humildad y desarrollo en una persona amada por todos.

Boris Yeltsin, su alcoholismo y su maldad (seguramente dirigido por las agencias extranjeras), empezó desde su ejecutivo a cuestionar todo lo soviético subiéndose arriba de los errores del pobre pelele de Mijail Gorbachov.

Se cargaron la Unión Soviética a golpe de borracheras y tragos de vodka ante un pueblo que respaldaba a su historia, pero con la presión del capitalismo tocando la puerta de las fronteras del país para poder dejar claro uno de sus primeros símbolos de colonización cultural: la apertura del primer Mc Donald`s,  y cientos de personas haciendo cola para entrar dentro en la plaza Pushkin de Moscú.

Hasta cambiaron el himno, por uno nuevo con odas a los dioses, que afortunadamente con ya Putin en el poder, fue reemplazado por otro creado por el padre del cineasta Nikita Mijalkov, quién ya había sido creador del himno de 1943.

Barbaridad tras barbaridad en el panorama internacional en unos años 90 mientras Cuba se sumía en un periodo especial oscuro quedándose “sola-solita” como dijo Fidel en el Malecón, pero bien sabiendo que este no era un pueblo blandengue.

En Rusia la gente se empezó a desencantar aún siendo socialista, con el peligro venenoso de la propaganda de pacotilla de “entrada y salida”.

Yeltsin y los suyos entre tantas miles de cuestiones más, dejaron un país dividido y dio lugar a la guerra de Chechenia. Que con el paso del tiempo, esa división vino sustituida por unidad, una economía salvada y la moral y la dignidad tan alta como las cúspides de la Catedral de San Basilio.

A veces hay algo que me resulta curioso y en la conferencia en la CUJAE, Alexander Korendiasev me hizo pensar sobre ello y  no se me olvida nunca: que estés estudiando significa que alguien está pagando tus estudios. Que estés siendo atendido por médicos significa que alguien le está pagando a esos médicos. No es que te lo merezcas porque sí. Es porque hay detrás un estado que se esfuerza por sus ciudadanos y les da servicios sociales, con el esfuerzo que eso conlleva.

Acordándome yo pues de tantos ciudadanos ingratos que critican sin razonamiento los servicios gratuitos en Cuba, país férreamente bloqueado, pero cuna en medicina, con sus carencias materiales. Sin entender que si en Estados Unidos se rompen una pierna, se cortan en un accidente y no tienen dinero para pagar la operación, posiblemente les entre gangrena ante la posibilidad de no poder pagar una sanidad privada. Para eso hace falta salir al mundo y ver, o tener conciencia de clase y lógica que permita entender porqué el planeta es y funciona así.

Y al igual que hay críticas capitalistas y fascistas a todos aquellos que se defienden ante ataques, dándole la vuelta a la historia, a Rusia le hicieron lo mismo. En el año 2014 cambia el panorama y es la primera vez en la era postsoviética que el país tiene que defender sus intereses como nación ante el conflicto de Crimea. Todas las civilizaciones europeas han querido hacerse con ella a lo largo de la historia.

Partiendo de que la URSS se dividía en quince repúblicas independientes, cada cual con su ideología nacional, el caso de Ucrania era diferente. Ucrania no tenía esta ideología nacional, porque siempre perteneció a Rusia. De hecho, Rusia nació en Kiev, la conocida: Rus de Kiev.

En Ucrania se habló ruso hasta finales del siglo XIX  surgiendo luego la práctica del ucraniano comúnmente.  En época soviética en la URSS se respetaban los idiomas de sus pueblos integrantes sobre todo en la parte occidental del país. Se hablaba húngaro, ucraniano, etc.

¿Cómo es posible que ahora en territorio de Ucrania esté prohibido hablar ningún idioma que no sea ucraniano? ¿Quiénes son los tiranos? Si solo se tratase de este aspecto la tiranía…

Ucrania, para desarrollar una ideología nacionalista, tomó ejemplos de políticos  fascistas de Europa que fomentaban la política “anti rusa”, de gente que en su día incluso llegó a colaborar con las fuerzas de Hitler. Gente que en Núremberg fue acusada de genocidio.

Es por esto que el estado moderno ucraniano buscó su identidad en este tipo de personajes dando lugar en el tiempo a una plaga  de fascistas dentro del sector militar del país y contagiando a las fuerzas armadas del mismo de estas ideas.

Nazis que aparecen en el poder militar en Ucrania incidiendo ya en su política.

Se hizo un referéndum por la independencia de Crimea de Ucrania, que ganó positivamente con más del 95 por ciento de los votos. Con observadores internacionales que cercioraron que no fue forzoso, y que fue transparente.

Rusia, ante el incumplimiento de los acuerdos, defendió sus intereses y los de su pueblo, como haría cualquier tierra con memoria.

Como haría cualquier madre. Como corresponde hacer con un pueblo que dijo en un referéndum casi en ciento por ciento, que quieren ser rusos.

Rusia fue madre de niños de guerra y republicanos españoles, de tantos estudiantes cubanos que llegaron a sus tierras con todo pagado. De miles y millones de personas que llegaron a su corazón para nutrirse de todo lo mejor de ella, y los acogió, sin pedir nada a cambio.

En un mundo de híper imperialismos, donde el socialismo parece lejano, debemos saber quién esta con el bien y quién con el mal. Tener claro el sentido del momento histórico y las concepciones actuales.

Que nuestro mayor enemigo es el sionismo y el gobierno norteamericano que lo financia. Que Rusia ya no es la URSS, pero es digna y le planta cara a todos aquellos que encarnan el mal ahora mismo.  Y que dentro de lo que cabe, dentro de este mundo de locura y aberración, la podemos seguir considerando una madre.

Fuente: Cubadebate