En los últimos años, la intersección de la tecnología y la guerra ha sido objeto de críticas públicas, y ha planteado profundas cuestiones éticas y jurídicas sobre el uso militar estatal de herramientas tecnológicas avanzadas. El papel de la analítica avanzada de datos y la inteligencia artificial (IA) en los conflictos modernos es objeto de un intenso escrutinio, especialmente cuando están en juego vidas civiles.

A medida en que avanza el genocidio en Gaza, la atención se centra en las empresas cuyas tecnologías pueden estar facilitando las atrocidades diarias de Israel, entre ellas la estadounidense Palantir Technologies.

Mientras la Corte Penal Internacional (CPI) interviene para hacer frente a las acusaciones de genocidio, los barones de la tecnología que diseñan y suministran las herramientas de guerra permanecen en gran medida impunes.

Desde el 8 de octubre de 2023, más de 36 mil palestinos han sido asesinados en un conflicto brutal que ha dejado más víctimas que todas las demás guerras juntas en los últimos dos años. Esta impactante pérdida de vidas inocentes ha renovado el escrutinio de las tecnologías que, de forma incorrecta y sistemática, apuntan a civiles en lugar de a combatientes.

LA INTEGRACIÓN DE PALANTIR EN ISRAEL

Empresas como Palantir Technologies, dirigida por su CEO Alex Karp, se han visto implicadas en algunas de estas atrocidades. Sus avanzadas herramientas de análisis de datos y de IA, que supuestamente proporcionan «objetivos de precisión», están matando civiles en masa y han transformado la guerra en una campaña de exterminio calculada y sistemática con escasa supervisión humana.

Fundada en 2003 por Karp and Peter Thiel, Palantir Technologies pasó de ser una empresa emergente de análisis de datos en secreto a convertirse en un pilar de las operaciones militares y de inteligencia modernas. Inicialmente financiada por la empresa de capital de riesgo de la CIA, In-Q-Tel, los productos tecnológicos de Palantir se han tornado parte integral de numerosas agencias gubernamentales estadounidenses, como el FBI, el Departamento de Defensa y varios departamentos de policía.

Este profundo enmarañamiento con los organismos de inteligencia y militares estadounidenses allanó el camino hacia la alineación estratégica de Palantir con Israel.

La implicación del gigante tecnológico en Israel es muy anterior a sus acuerdos formales. La compañía abrió una oficina en Tel Aviv en 2015, estratégicamente situada con vistas al bulevar Rothschild a un lado y a la calle Yehudah Halevi en el otro.

Esta ubicación subraya la profunda integración de la empresa en el ecosistema tecnológico israelí. El propio Karp destacó los fuertes lazos de Palantir con Israel en una entrevista en diciembre de 2023 en Fox Business, afirmando: «Somos muy conocidos en Israel. Israel aprecia nuestro producto».

FORMALIZACIÓN DE LA ASOCIACIÓN

La asociación entre Palantir y el ejército de Israel comenzó a consolidarse con un acuerdo formal firmado el 12 de enero de 2024, tres meses después de que comenzara el genocidio de palestinos en Gaza, tras una visita de ejecutivos de la empresa a Israel, durante la cual celebraron su primera reunión de la junta directiva del año en Tel Aviv.

Como declaró el vicepresidente ejecutivo de Palantir, Josh Harris: «Ambas partes acordaron mutuamente aprovechar la avanzada tecnología de Palantir en apoyo de misiones relacionadas con la guerra», un eufemismo para lo que se ha calificado como posibilitar acciones genocidas.

El arsenal de herramientas tecnológicas de Palantir —parecidas a armas digitales de destrucción masiva— está siendo desplegado actualmente por el ejército de ocupación, sin dejar alguna duda sobre la complicidad de la compañía en el genocidio en curso.

LA BRUTAL REALIDAD DE LA PRECISIÓN

La reciente matanza de Rafah el 26 de mayo, en la que Israel bombardeó un campo de refugiados para asesinar a decenas de palestinos, y la muerte de siete trabajadores de World Central Kitchen en abril durante ataques aéreos, ponen de relieve el brutal uso indebido de la llamada tecnología de «precisión» de Palantir.

El sistema Titan de la compañía, promocionado como un modelo de IA de alta precisión diseñado para mejorar la exactitud de los objetivos, es un ejemplo de los problemas que plantea la supuesta alta precisión de Palantir. Aunque no hay pruebas directas de que Israel utilice Titan en concreto, las afirmaciones tecnológicas de la empresa forman parte de su oferta de productos más amplia, algunos de los cuales son usados por Tel Aviv.

El sistema Titan de Palantir, que se comercializa como un mecanismo que proporciona inteligencia procesable en tiempo real e integra datos de sensores para lograr una precisión milimétrica, se promociona por reducir los daños colaterales. Sin embargo, en Gaza el despliegue de la tecnología de Palantir no ha evitado la destrucción ni las bajas civiles generalizadas, sino que las ha facilitado. Las tragedias en Rafah y las muertes de trabajadores humanitarios ponen de manifiesto la grotesca ironía y el devastador costo humano de tal «precisión».

La colaboración ha incrustado profundamente a Palantir en la infraestructura militar sionista, y ha proporcionado una columna vertebral tecnológica o «digital» para las brutalidades en Gaza y otros territorios palestinos ocupados.

TITANES TECNOLÓGICOS EN GUERRA

Dado que Palantir está activa en Israel desde 2015, el momento en que se firma el acuerdo estratégico, bautizado como la «Asociación para la Tecnología de Combate» a principios de 2024, plantea serias dudas.

¿Se trata de un movimiento calculado de Palantir en aras de aprovechar la intensificación del conflicto como una oportunidad para probar sus modelos de inteligencia artificial en civiles, lo cual convierte Gaza en un espantoso campo de pruebas para su tecnología? Esta sugerencia arrojaría otra sombra oscura sobre la ética de la empresa, ya que parece indicar que su estrategia de negocios podría involucrar la explotación del sufrimiento humano para el avance tecnológico.

La profunda implicación de la empresa en la infraestructura militar de Israel es parte de un patrón más amplio y preocupante de tecnología que permite la guerra. Esa conexión se extiende a otro gigante tecnológico: Starlink de SpaceX, dirigida por Elon Musk. Entender esta intrincada relación es crucial para comprender cómo los conflictos modernos están cada vez más impulsados por tecnologías avanzadas desarrolladas por empresas privadas.

En Ucrania, la colaboración entre Palantir y Starlink ilustra con claridad el gran impacto de la tecnología integrada en la guerra. Los modelos de IA de Palantir proporcionan al ejército ucraniano análisis de datos esenciales, al transformar imágenes en bruto de drones, satélites e informes terrestres en inteligencia procesable en tiempo real.

Esta elaboración a la que Karp, el CEO de Palantir, se refiere escalofriantemente como «cadena de muerte digital«, se ha convertido en un elemento central de la estrategia de defensa de Ucrania porque permite establecer objetivos precisos y evaluar el campo de batalla. Al mismo tiempo, Starlink garantiza la comunicación ininterrumpida para las fuerzas ucranianas medinte el mantemiento de un flujo continuo de información crítica vital para la guerra moderna.

La guerra en Ucrania, por supuesto, ha resultado catastrófica, y las bajas militares de esa nación se acumulan en cifras impresionantes, todo ello mientras el presidente Vladímir Zelenski —a pesar de la ayuda de tecnologías de punta de los barones tecnológicos— y sus aliados en las capitales occidentales fingen lo contrario.

Ahora, la guerra de Israel contra Gaza parece estar cayendo en un atolladero similar. El primer ministro Benjamín Netanyahu, al igual que Zelenski, parece políticamente ajeno a las sombrías realidades militares sobre el terreno, tal vez con la falsa ilusión de control que proporcionan los barones de la tecnología mediante un «sofisticado» apoyo tecnológico.

LA POLÉMICA APROBACIÓN DE STARLINK EN GAZA

El 12 de enero el gobierno israelí aprobó el uso de los servicios de Starlink en el hospital Al-Shifa en Gaza, aparentemente con fines médicos.

Esta autorización no debe considerarse como un gesto puramente humanitario. Por el contrario, sienta las bases para otra posible integración insidiosa de Palantir y Starlink, reflejo de su colaboración en Ucrania. Al permitir la comunicación avanzada por satélite, la aprobación de Starlink en Gaza apoya potencialmente las operaciones militares, lo que sugiere el establecimiento de la «cadena de muerte digital» tras la hoja de parra de la ayuda humanitaria.

El brutal asedio en el hospital Al-Shifa por parte de las fuerzas israelíes, donde se cometieron graves atrocidades contra civiles y personal médico, contradice claramente cualquier supuesta intención altruista detrás del despliegue de Starlink. Tras un hostigamiento de dos semanas que terminó el 1º de abril, el hospital quedó destruido en su mayor parte y encontraron cientos de palestinos muertos dentro de él y sus alrededores, incluso en fosas comunes.

La pregunta que surge es: ¿Fue esta aprobación tan publicitada de Starlink en Shifa una salva de relaciones públicas blanda que sentaba las bases para integrar los productos de la empresa en las operaciones militares sionistas dentro de la Franja de Gaza? El timing y el contexto de estos acontecimientos plantean preguntas inquietantes sobre las verdaderas intenciones tanto de Starlink como de Tel Aviv.

ENTRA MUSK

La muy publicitada visita de Musk a Israel el 27 de noviembre de 2023, cuando se reunió con Netanyahu, distaba mucho de ser un mero acto diplomático. Musk, quien ha estado cultivando meticulosamente una imagen de defensor de la libertad de expresión a través de su adquisición de la plataforma de redes sociales X —un papel que perfila como una armadura cuidadosamente confeccionada—, se vio atrapado en un despliegue propagandístico orquestado por Israel.

Este escenario recuerda al mito de Ícaro, quien a pesar del calor voló demasiado cerca del sol con alas hechas de cera y plumas.

Del mismo modo, la relación de Musk con Netanyahu y su gobierno, en medio de un creciente escrutinio sobre los crímenes de guerra, amenaza con destruir su imagen meticulosamente construida. En retrospectiva, con la intensificación de la investigación de la CPI sobre crímenes de guerra, esta reunión proyecta una larga sombra sobre la persona cultivada con esmero de Musk.

RESPONSABILIZAR A LOS EJECUTIVOS TECNOLÓGICOS

Recientes acciones judiciales, como el caso presentado en el Reino Unido por el Centro Internacional de Justicia para los Palestinos (CIJP) contra ministros británicos, resaltan el creciente esfuerzo por exigir responsabilidades a los inductores del genocidio.

Sin embargo, figuras prominentes de la industria tecnológica siguen sin ser examinadas. ¿Por qué? Esta situación refleja el enjuiciamiento de personas en la Alemania nazi que permitieron el Holocausto mediante su apoyo tecnológico y logístico, lo que subraya la necesidad de una rendición de cuentas exhaustiva en los tiempos modernos.

Los estatutos de la CPI, el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (TPIY) y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) reconocen explícitamente diversas formas de complicidad. Entre ellas se incluye la complicidad, que abarca el suministro de las herramientas y el apoyo necesarios para cometer crímenes de guerra y genocidio.

Este marco jurídico implica que los ejecutivos tecnológicos, cuyas innovaciones facilitan la violencia a gran escala, deben rendir cuentas en virtud del Derecho Internacional.

La intersección de la tecnología avanzada y la guerra, impulsada por poderosos magnates de la tecnología, ilustra una realidad escalofriante: las herramientas diseñadas para conectar y proteger se están reutilizando para destruir y devastar. Peor aun, parece que campos de guerra como Gaza se consideran espacios de pruebas relativamente libres de riesgos para estos sistemas tecnológicos. Es hora de que la colaboración de las empresas con el genocidio se convierta en una empresa de alto riesgo, y esos esfuerzos deben comenzar en los tribunales.

Este artículo fue publicado en inglés en el medio web The Cradle el 6 de junio de 2024 y fue traducido para Misión Verdad por Camila Calderón.